El alcalde de Cuenca, Francisco Javier Pulido, ha inaugurado esta mañana la exposición Orígenes. Cinco hitos en la evolución humana, organizada por la Obra Social “La Caixa” en colaboración con el Ayuntamiento de Cuenca, y que estará ubicado en el parque San Julián hasta el próximo 2 de marzo.
Francisco Javier Pulido, que ha estado acompañado por Antonio Gómez Figueroa, delegado general “la Caixa” en Castilla-La Mancha, Lluís Reverter, secretario general de la fundación “la Caixa” y Lluís Batista, comisario exposición, ha destacado la importancia de la exposición para que los conquenses puedan conocer mejor la evolución humana además de agradecer a la Obra Social “La Caixa” que todos los años traiga a la capital conquense interensantes exposiciones.
La muestra, según ha explicado en la presentación Lluís Reverter, se estructura en diversos ámbitos, cinco momentos clave en la evolución de la Humanidad. Un camino que diversas especies de nuestro género han recorrido con mayor o menor éxito.
Viviendo en los árboles
Un plafón mural que representa el paso de una selva de hace 10 millones de años hasta la sabana de hace 4 millones, introduce al visitante en la exposición.
Hace unos 10 millones de años, un antepasado euroasiático del eslabón perdido, el Dryopithecus (mono de los árboles, en griego) desarrolló la braquiación, una mayor longitud de la mano, unos brazos más largos que las piernas, una columna vertebral más corta y rígida, un tórax ensanchado... De esta forma pudo desplazarse colgado de las ramas y escapar de los depredadores del suelo. Medía 1,10 m de alto y pesaba alrededor de 34 kg. Estos antropoides vivían en grupos y se avisaban unos a otros cuando detectaban algún peligro, además de compartir alimento y diversiones.
A partir de aquí, los homínidos sufrieron una serie de adaptaciones y adquisiciones culturales para sobrevivir en un medio hostil y llegar hasta el hombre actual.
En el interior de la sala, el visitante podrá contemplar la escultura realista de un Dryophitecus y la reproducción del esqueleto de Dryophitecus laietanus de Can Llobateres conocido como “Jordi”. Otra especie que se podrá ver es el Ardipithecus ramidus, el primer homínido conocido que vivió hace unos 5 millones de años y que pertenece a una rama lateral de nuestra línea evolutiva, próximo a la separación entre chimpancés y humanos.
El bipedismo
Hace 6 millones de años, los cambios climáticos provocaron la reducción de las selvas húmedas, lo que motivó nuevas necesidades en los antropoides, como el cambio de hábitat o la necesidad de bajar al suelo y desarrollar nuevos mecanismos defensivos.
El bipedismo permitió a los primates dominar un horizonte más lejano, desplazarse más eficazmente y asegurarse la alimentación. Además, el hecho de tener las manos libres facilitaba la recolección y el procesamiento de los alimentos.
El camino hacia la hominización no fue fácil y parece ser que los cambios climáticos, junto con los biológicos, tuvieron un papel primordial en el éxito evolutivo de las especies.
Australopithecus anamensis
Hace más de 4 millones de años, las poblaciones de homínidos ya eran bípedas. El homínido más antiguo confirmado es el Australopithecus anamensis (simio austral del lago Turkana), de huesos gráciles, que caminaba ya de una forma muy parecida a la nuestra y que evolucionó hacia el género humano y hacia los Paranthropus, extinguidos sin descendencia hace 1,5 millones de años. Los restos recuperados del Australopithecus anamensis indican una alimentación basada en las frutas y los vegetales duros, además de confirmarnos su bipedismo. Las huellas impresas en las cenizas volcánicas de Laetoli hace 3,6 millones de años son un testimonio impresionante de los orígenes remotos del bipedismo humano.
El visitante podrá contemplar esculturas de tamaño natural que representan los géneros Australopithecus y Paranthropus, reproducciones de cráneos y fósiles, entre ellos el esqueleto femenino de un Australopithecus afarensis del Plioceno encontrado en Hadar (Etiopía) hace 3,2 millones de años y conocido como “Lucy”.
Las herramientas
Lo que distingue al género Homo de los homínidos anteriores es la capacidad de fabricar herramientas a partir de objetos naturales. Ésta es la primera muestra de adquisición cultural e irá seguida en poco tiempo de todas las demás. El lenguaje y el aumento del tamaño del cerebro evolucionaron conjuntamente, en interacción con la producción de herramientas. Las herramientas permiten cazar y descuartizar las presas. La mejora en la dieta y el consumo de carne permitieron un mayor desarrollo cerebral y a su vez un desarrollo tecnológico.
El resto humano más antiguo que se ha encontrado es el Homo habilis, que apareció hace 2,5 millones de años y vivió en Etiopía, Kenia y Tanzania. Las primeras herramientas elaboradas por un Homo habilis consistían en cantos rodados que se golpeaban con el fin de lograr un filo cortante.
Una vitrina recoge una serie de herramientas líticas: unifaciales, bifaciales, trifaciales y lascas sin retocar relacionadas con los homínidos que las realizaban. En la sala también se puede contemplar un taller lítico recuperado in situ en el noroeste del Sahara, de unos 5.000 años de antigüedad aproximadamente. En él distingue una gran variedad de herramientas, láminas con dorso, raspadores, denticulados y puntas de flechas de diferentes tipos.
El fuego
El control del fuego es una de las conquistas culturales más importantes en la evolución humana. Las pruebas más antiguas de este control se remontan a hace casi 500.000 años. El dominio del fuego representó una auténtica revolución en las comunidades primitivas. Permitió asar los alimentos, conservarlos y mejorar con ello la dieta. También facilitó la conquista de nuevos territorios y la posibilidad de defenderse de los depredadores. Las relaciones sociales se vieron favorecidas con el aumento de las horas de luz.
En este espacio, el visitante se encontrará con la reconstrucción de un grupo de Homo erectus al abrigo de una cueva, reunidos en torno a una hoguera. También experimentará la sensación de conseguir fuego mediante la frotación, como se hacía hace 300.000 años.
Del Homo antecessor al Homo heidelbergensis
Los primeros homínidos que dominaron el fuego fueron, con toda seguridad, el Homo heidelbergensis, en Europa y, posiblemente, el Homo erectus en Asia. El Homo antecessor, que posiblemente llegó en las primeras migraciones que arribaron al Viejo Continente, procedentes de África o de Asia, es el último antepasado común del hombre actual y los neandertales. En Atapuerca se encontraron restos de varios individuos de esta especie. La capacidad craneal aumenta en el Homo ergaster hasta los 800-900 centímetros cúbicos, y en el Homo antecessor llega a superar los 1.000 centímetros cúbicos.
La autoconciencia
Los primeros enterramientos humanos nos informan de la aparición de un comportamiento simbólico. El hombre, por primera vez, tiene conciencia de su propia existencia, experimenta angustia ante la muerte y se pregunta por el más allá. Estas preocupaciones socializan de nuevo los grupos humanos
En la Sima de los Huesos de Atapuerca se tiene constancia de la práctica funeraria más antigua. Allí se encuentra, en el fondo de un pozo vertical, una acumulación de cadáveres de Homo heidelbergensis de hace 500.000 años. Se trata de un caso único y excepcional en el Paleolítico Inferior que contrasta con el gran número de enterramientos del Paleolítico Medio, como los de Skhul, Qafzeh y Kebara, en Israel.
Los neandertales enterraban a sus muertos cerca de su propio hábitat, en tumbas bien visibles y colocándolos en posición fetal. El muerto, además, recibía un tributo simbólico en forma de ofrenda.
Un módulo con una escenografía realista recrea el momento de la agonía de un neandertal, que es observado por un grupo de su comunidad. Los rostros de estas figuras son una mezcla de compasión y de miedo. Al fondo se oyen los lamentos de sus semejantes. Estos sentimientos son propios del género humano y los hemos adquirido tras millones de años de evolución.
Junto a esta escenografía se pueden ver diversos materiales arqueológicos pertenecientes al Paleolítico Medio; como la reproducción del enterramiento neandertal de La Ferrassie (Francia). Los neandertales constituyen el tipo humano fósil del que disponemos de un mayor número de restos. De complexión física robusta, extremidades cortas, tronco ancho y cerebro más voluminoso que el nuestro, eran hábiles recolectores, cazadores y carroñeros. Creadores de una amplia gama de herramientas, empleaban sistemáticamente el fuego, cuidaban de sus semejantes y los enterraban cuando morían.
Los neandertales poblaron Europa durante 200.000 años, sobrevivieron a la glaciación y, aunque gozaron de gran inteligencia, desaparecieron hace unos 25.000 años dejando el campo libre a un recién llegado de África: el Homo sapiens. Ambas especies coexistieron durante miles de años.
Símbolo... el principio del conocimiento abstracto
La aparición del lenguaje simbólico demuestra la complejidad de la mente humana y su capacidad de abstracción. A partir de este primer paso, se desarrollará el lenguaje, el arte y la civilización. Las obras de arte primitivo tenían una función estética, mística y de cohesión social. El Homo sapiens desarrolló una gran variedad de formas artísticas, como la pintura en las paredes de las cuevas, el modelado de arcilla, la talla y el grabado.
Las muestras de arte más antiguas que se conocen se remontan a 400.000 años y las encontramos en Alemania. Realizadas por el Homo heidelbergensis se trata de huesos de elefante decorados con rayas grabadas. La Venus de Berekhat Ram, hallada en el Próximo Oriente, data de hace 250.000 años. Éstos son dos ejemplos puntuales, ya que la gran eclosión del fenómeno artístico se dio en el Paleolítico Superior, lo que indica la existencia de una humanidad que ya se organizaba y estructuraba socialmente.
Las representaciones artísticas que se han encontrado en las diversas cuevas muestran la evolución de los estilos figurativos del arte parietal y la variación de las representaciones de los objetos naturales, así como los signos, los animales y la progresiva introducción del movimiento, el detallismo y el realismo en sus representaciones.
En este último apartado de la muestra se recrea una escena de hace unos 16.000 años que representa a un Homo sapiens pintando un caballo o un bisonte. Para pigmentar sus obras, los artistas utilizaban diversos elementos naturales, como el carbón, el óxido de hierro para los rojos o la limonita para los amarillos. Finalmente, una vitrina contiene réplicas de algunas de las más célebres esculturas prehistóricas, símbolos de la fertilidad: la Venus, entre ellas la de Willendorf, Laussel, Dolni Vestonice. Cada una está realizada con técnica distinta, en piedra caliza, bajorrelieve o pasta cocida, entre otras.